¿Cómo es posible que podamos llegar a amar ciertas marca?
Algunas tienen “algo” que no tienen otras y eso hace que las prefiramos sin importarnos el precio.
¿Sabes cuál es una de las estrategias que mejor funcionan para cautivar?
Sigue leyendo que te lo cuento:
Una marca del montón es percibida como la mera combinación de un nombre y un logotipo empleados para identificar y distinguir productos, servicios, establecimientos y empresas dentro del mercado.
Una lovemark, sin embargo, es mucho más que eso. Las lovemarks son esas marcas que nos cautivan y nos enamoran. Las admiramos y respetamos. No son marcas irreemplazables pero nos resultan irresistibles. Mostramos orgullosos sus logos y con independencia de que su precio sea mayor al de otras marcas y la calidad muy similar, las preferimos.
No necesariamente hay que ser usuario de una marca para que la consideremos una de nuestras lovemarks, puesto que muchas son inalcanzables a nuestro bolsillo, como Rolex o Harley Davidson, y sin embargo, nos tienen robado el corazón.
¿Cuál es su secreto?
INSPIRACIÓN
Inspiración literalmente significa “recibir aliento”. Esa es justamente la clave del éxito de las lovemarks:
1. son marcas que nos hacen sentir mejor porque los atributos que en ellas percibimos los hacemos extensibles a nosotros mismos: unas nos hacen sentir más atractivos, más estilosos, más fashion y cool; otras nos permiten reflejar un determinado estatus social o comparten nuestra misma filosofía de vida; otras nos hacen sentir que formamos parte de “tribus” o grupos sociales con los que nos identificamos; otras nos permiten tener algo en común con las celebridades que admiramos, y así un largo etcétera.
2. son marcas que nos ayudan a visualizar la realización de nuestros deseos más latentes y que nos impulsan a conseguir nuestros objetivos y retos personales.
Antes de la crisis económica, la propuesta de valor de una marca se construía sobre las aspiraciones. Vivíamos un momento de prosperidad donde era relativamente fácil ganar dinero, tener trabajo, acceder a una educación de nivel superior, tener hijos, darse caprichos e invertir en una segunda vivienda. Las marcas reflejaban niveles de estatus sociales. La razón de compra de por ejemplo un bolso de Louis Vuitton no era tanto poseer un buen producto, elaborado con materiales de calidad, sino el hecho de “tener un Louis Vuitton” (la marca) porque eso implicaba proyectar una imagen idealizada de nosotros mismos. De ahí la moda de lucir logos como iconos y el auge del mercado paralelo de las imitaciones. La comunicación, el marketing y la publicidad de las marcas se basaba, digamos, en un consumo de proyección hacia fuera donde la apariencia ante los demás tenía, en definitiva, suma importancia. Eramos lo que aparentemente teníamos.
Sin embargo, hoy en día, los patrones de consumo han cambiado.
De golpe y porrazo hemos pasado de una etapa de bienestar a un duro despertar. La crisis económica ha hecho que la ostentación de logos de firmas lujosas o caras sea políticamente incorrecto, o al menos incómodo, en muchas situaciones con los tiempos que corren. Gran parte de la población y de la juventud está en el paro. La posibilidad de perder todo es muy palpable, todos conocemos algún caso más o menos cercano o lo vemos casi a diario en los medios. Por lo tanto, los consumidores hoy en día piensan más en evitar lo peor que en lograr lo mejor. Hay tal sentimiento generalizado de frustración y malestar en la sociedad, que los mensajes alentadores de motivación e inspiración son más necesarios que nunca y agarrados como clavo ardiendo.
Entonces, ¿qué deben hacer las marcas?
En nuestro día a día no necesitamos marcas que nos digan a quienes parecernos para tener éxito en la vida, sino marcas que nos ayuden a ser la mejor versión de nosotros mismos y a vivir el mundo a nuestra manera.
Nike o Adidas, por ejemplo, saben que no todos queremos ni aspiramos a ser unos súper atletas, pero que cada uno de nosotros tenemos nuestro propio reto personal. Desigual nos motiva a romper las reglas y a ser optimistas con La vida es chula pero también nos anima a estar orgullosos de lo que nos hace únicos y diferentes. Johnnie Walker nos dice que sigamos siempre adelante a pesar de todas las adversidades, y lo que es más importante, que disfrutemos del camino porque eso nos dará fuerza para llegar aún más lejos. Todo son mensajes inspiradores.
Ahora se trata de que las marcas formen parte de nuestras experiencias de vida.
Pero para que les demos ese permiso, ellas han de dejarnos también sentirnos parte de ellas, mostrar que nos escuchan y que tienen en cuenta nuestra opinión. Las marcas que ofrecen propuestas más flexibles y personalizables son las que tienen mayor capacidad de formar parte de nuestras vidas porque podemos adaptarlas a nuestras necesidades reales, deseos y motivaciones en función de lo que queramos en cada momento. Si además nos consiguen inspirar proponiéndonos sueños en lugar de ambiciones y ayudándonos a disfrutar del camino que es la vida en lugar de calentarnos la cabeza con llegar a un fin, el amor hacia esa marca estará más que asegurado.
Y hasta aquí la reflexión de hoy. Si te ha resultado interesante o inspirador este post, te invito a que lo compartas o lo reenvíes a quien creas que pueda interesarle también.
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Buen post. Me encanta el diseño del blog y la forma de escribir. ;)
Muchas gracias Sonia, me alegro mucho :)